Extracto de un articulo actual y de interés para los catequistas...
Parece
pertinente hablar hoy de la formación de los catequistas y de los agentes de
pastoral o educadores de la fe. La pertinencia se inscribe en la misma lógica
con la que reflexionamos actualmente sobre la pastoral o la catequesis. Lo
ilógico sería que emprendiéramos una reflexión pastoral que no incluyera a los
agentes de la pastoral y de la catequesis.
Podemos
tener hoy la sensación de estar
construyendo una reflexión teórica sobre la pastoral y la catequesis y
descubrir que, en la práctica, todo sigue igual, porque los que están bregando
en la arena de las comunidades cristianas, por lo general, siguen haciendo lo
mismo, siguen siendo los mismos y no se nota una especial preocupación por su
formación. Es cierto que la reflexión teórica parte de la experiencia de la
práctica, pero no siempre quienes reflexionan son los que están en la práctica.
Más aún, los agentes de base con frecuencia aportan datos para una reflexión
que ellos no hacen. Esto nos puede llevar a una perplejidad: ¿Cómo es posible
que quienes están trabajando a pie de obra no se den cuenta de muchas cosas que
están en la mesa de la reflexión?
Desde
el campo específico de la catequesis, hoy disponemos de unas grandes líneas de
formación de los catequistas bien definidas por los documentos catequéticos
tanto de la Iglesia universal como de las Iglesias particulares; pero no se
puede decir que estas hayan calado en el tejido de las comunidades eclesiales.
Las escuelas de formación de catequistas han disminuido.
Cuando
aquí hablamos del catequista nuevo, estamos apuntando a dos realidades
íntimamente entrelazadas: la persona que tiene la misión de educar en la fe a
otros en el corazón de la comunidad cristiana, y, también, la misma realidad de
la formación que se le propone: qué formación y qué modo de formar.
La
necesidad de abrir una reflexión sobre la formación de los educadores de la
fe aparece en el terreno mismo de la
acción, cuando nos vemos obligados a decir: “para hacer esto (transmisión de la
fe, anuncio del Evangelio, hablar de Dios al hombre de hoy) hay que estar bien
formados”. Por lo que se refiere a los catequistas, tenemos afirmaciones
tajantes en el Magisterio de la Iglesia:
“La pastoral catequética diocesana
debe dar absoluta prioridad a la formación de los catequistas laicos” (DGC,
234). Sería señal de poca finura intelectual y pastoral no ver la necesidad de
formación, y, además, sería una falta de sensibilidad hacia las personas y hacia
el mismo Evangelio.
1.
Razones para una reflexión sobre la formación de los agentes de pastoral y de
los catequistas
En
un primer momento es bueno que tracemos una panorámica que nos permita
discernir la pertinencia de la reflexión sobre la formación del catequista, o,
dicho de otra manera, los focos de la realidad que nos piden una profundización
sobre la formación del educador de la fe, del catequista nuevo en la Iglesia.
1.1.
La reflexión actual sobre la catequesis
¿Qué
vemos, qué está pasando en el mundo de la catequesis? Es un mundo “tensionado”.
No es que no dispongamos en la
actualidad de “buenas reflexiones y principios catequéticos” (bastaría tomar el
Directorio General para la catequesis en la mano), es que no acertamos, a pesar
de los intentos, a poner en práctica la reflexión catequética y pastoral que
hacemos.
La reflexión nos conduce a varias posibilidades de acción y, a las
puertas de la acción, nos detenemos y todo se paraliza. Posiblemente intuimos
que cambiar la praxis en pastoral y catequesis no es una cosa mecánica, sino
algo que “compromete” a la persona, a la comunidad y a la acción en sí. Hay
novedades pastorales que son solo posibles si detrás de ellas hay personas
convertidas, es decir, personas que se creen lo que hacen y por qué lo hacen.
¿Qué
está pasando en el mundo de los catequistas? Hay catequistas buscadores,
inconformistas, que no se contentan con la realidad presente y reflexionan y
abren caminos… Y hay catequistas cansados, sin ganas de formación y mirando más
a repetir esquemas basados en lo mesurable cognitivamente que en otras opciones
de iniciación cristiana.
Esto nos lleva a preguntas importantes. ¿Cómo es
posible que con lo que está pasando en el mundo, en la catequesis, en la
educación… no haya más inquietud formativa en el colectivo dedicado a la
educación en la fe? ¿Cómo es posible una novedad pastoral y catequética sin
unos catequistas nuevos?...
Alvaro Ginel Vielva
Director de la Revista CATEQUISTAS
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